Todo habría de ser ético. Nada de lo humano debiera escapar a esa esencia en el proceder de cada ciudadano.
Los agravios a lo ético son de cada día. No sólo los salarios. Hacer filosofía sale barato cuando debiera ser lo más valóricamente caro.
La modernidad actual va en derecho contra la ética. Contaminar el mundo no es ético, agredir a otro no es ético. Tampoco es ético que millones de niños en el mundo trabajen.
Faltar a la ética es inhumano y antiestético por añadidura.
Sucede que nadie, o casi nadie se mira a sí mismo antes.
Si el Padre Hurtado viviera mucho nos diría a todos con plena autoridad, y no sólo por los misérrimos salarios y pensiones, sino por las conductas de cada día.
Hemos puesto a la ética en el banquillo, la hemos crucificado, desde luego unos más que otros.
Vivimos en un mundo en el que hay que salvarse y no salvar, un mundo en el que todo tiene precio y nada tiene valor.
Gabriela nos dijo “hay que educar para la democracia”, no para corregirla, sino para reafirmarla, digo hay que educar para ser éticos.
El latrocinio se ha instalado hace mucho y es la norma en el proceder público y en otras esferas. Otra norma es decir y no hacer.
Paliar no sirve porque es mitomanía. Hay que ir a la radicalidad.
Otro grande de nuestras letras, Pablo de Rokha, escribió con fuego sobre los “asaltantes de la ética”. Ha sido injustamente antiético mantener hasta hoy en el olvido a tan grande valor de la estética y del pensamiento. La amnesia deliberada es otra pequeñez humana.
Cada día hay motivos para la decepción por los cometidos humanos, pero es humano también sentir latente siempre la esperanza por cambios conductuales esenciales.
Pienso que la primera revolución ha de ser ética.
AGOSTO de 2007
(La imagen corresponde a una obra de Roser Bru)
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