martes, 29 de enero de 2008

CRÓNICAS DE LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN

A 30 años del secuestro y desaparición del revolucionario

Carlos Contreras Maluje

Los años de las décadas 1960 y 70 son hitos en la historia universitaria chilena. Al hacer recuentos y crónicas de esa historia del país habrá que pasar necesariamente por esos tiempos.

Algo se ha escrito, nunca todo. En esos años la sociedad vivió la eclosión de un vasto movimiento estudiantil universitario inquieto, pensante y organizado.

El país se aprontaba a experimentar un parto de nuevas ideas y de transformaciones. Algo se percibía y gravitaba en el ambiente.

En el mundo universitario se vivía esa misma atmósfera. Las caducas estructuras académicas crujían al paso de los estudiantes y frente al debate que éstos impulsaban desde los claustros. Reforma era el grito, así como ocurrió en Córdoba en 1918.

Asambleas, foros, debates y marchas por las grandes alamedas eran la expresión multifacética de un movimiento estudiantil que exigía definir a la universidad como la conciencia crítica de la sociedad y situarla con su función creadora en la línea de los cambios que la misma sociedad reclamaba.

Los más altos dirigentes políticos del país fueron parte de las múltiples jornadas que se impulsaban desde el interior de la universidad. La lucha era política y también de ideas. La sociedad se expresaba en las entrañas académicas y el torbellino de ideas que gravitaba en las aulas contribuía a nutrir la razón de la lucha social.

La reforma universitaria demandada por los estudiantes hizo que su movimiento fuera de masas.

Concepción y su universidad son parte de ese hito. Su alma mater fue escenario y protagonista de miles de episodios por los cambios democráticos de sus estructuras de poder, y por la amplitud universal del conocimiento.

El sabio letonés y luego chileno, Alejandro Lipschutz, enseñó en sus aulas. El Premio Nobel, Pablo Neruda, recibió en 1966 el Premio Atenea. El líder revolucionario y conductor de su pueblo, Fidel Castro, llegó hasta el aula mayor del Foro Abierto, en 1971.

La universal Violeta Parra cantó su arte en sus espacios.

El Presidente Salvador Allende inauguró durante su mandato, en cada ocasión, el año académico ante la comunidad transformada en multitud.

Centenares de trascendentes personalidades del país son hijos de sus aulas o enseñaron en ellas.

El poeta, Premio Cervantes, Gonzalo Rojas, educó a generaciones de pedagogos.

Centenares, y más aún, son los dirigentes estudiantiles que se fraguaron en las luchas y debates por democratizar la sociedad y la educación. Sus nombres no deben ser pasto del olvido. Quienes fuimos sus coetáneos no dejemos de asumir esa responsabilidad y ese deber. Inscribamos siempre sus nombres y sus nobles actos en las páginas de la historia y en las ubérrimas conciencias de las generaciones presentes y futuras.

Particularmente la o las izquierdas de esos años se nutrieron de lúcidos cuadros que se formaron en los debates universitarios y en el estudio de las doctrinas revolucionarias que sembraron de conciencia y entusiasmo aquellas décadas de convulsión social y política en América Latina.

Nadie podrá ignorar nunca la heroica incursión y la imagen de Ernesto Guevara, el Che, así como su muerte en los campos de batalla en Bolivia, y su doctrina inspiradora y combatiente que ha quedado como indeleble impronta en el curso de los tiempos.

En especial para nosotros estudiantes de aquellos años, militantes o no, esos son tiempos de claros ideales. 1970 es un hito de la sociedad chilena toda. La creación política de esos años hizo posible articular en un solo haz vertientes doctrinarias distintas e históricamente antagónicas. Más pudieron el ideal y la visión de los líderes políticos de esa época y el peso de las esperanzas populares.

La tarea inédita era construir una sociedad distinta para dejar atrás un pasado de oprobio, de explotación y de profunda marginalidad social. La segunda independencia era el objetivo superior.

1973 es el otro hito en la historia social y política de Chile. La inevitable confrontación social de intereses era el escenario de cada día. Los seculares dominios imperiales y de la burguesía nativa estaban en riesgo por la voluntad soberana de un pueblo.

Hubo multitudes en acción portadoras de afanes, sueños e ideales; también hubo contradicciones y desencuentros en el movimiento popular. Todo fue expresión de un episodio de la historia.

Lo vesánico, lo aciago y lo siniestro, y el desbocado instinto homicida de quienes vieron heridos sus mezquinos intereses de clase y sus privilegios fue la reacción contrarrevolucionaria de quienes pretendieron exterminar la vida y la cultura. La democracia fue fusilada.

Nombres e imágenes siguen presentes hoy y estarán siempre en la memoria colectiva.

Más personalmente puedo decir hoy, con motivo de estos 30 años del secuestro y desaparición de Carlos Contreras Maluje, un compañero de pensar profundo y seguro de los objetivos políticos de su tiempo, de profesión Químico – Farmacéutico, regidor en la ciudad de Concepción hasta 1973 y militante comunista, que recuerdo los rasgos y sellos de muchos estudiantes y dirigentes políticos universitarios de diversas inspiraciones doctrinarias y políticas que marcaron con sus actos los momentos que vivieron, todos víctimas de la brutalidad del fascismo militar y de un sistema, entre ellos, a Jorge Fuentes Alarcón, un verdadero agitador, ocurrente como pocos, ex Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción, sociólogo, de militancia en el MIR ; a Miguel Enríquez, un adelantado dirigente, locuaz y categórico, fulminante en los debates, médico, Secretario General del MIR; a Arturo Hillerns, médico, un consecuente inspirado en su ideal cristiano; a José Jara, Químico – Farmacéutico, uno que comprendió la importancia de conocer las teorías; a Bautista Van Showen, médico, dirigente del MIR, un lúcido inquieto; a Luciano Cruz Aguayo, médico, un valeroso y desafiante dirigente, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.

Nadie escapó a la ferocidad de una dictadura que durante 17 años se mantuvo en el poder absoluto sobre la base del terror, la tortura, la desaparición de personas y el crimen.

Compañeros como Luis Durán, Sergio Lagos, Sergio Riffo, Arturo Villabella, y todavía otros, no serán olvidados, sus nombres están inscritos en la piedra y en el metal combatiendo hasta la herrumbre de los tiempos, y se unen a ellos otros combatientes académicos y obreros que ofrendaron sus valiosas vidas en nombre de los más justos y nobles ideales.

Honor y gloria a quienes así vivieron y lucharon y fueron consecuentes hasta el último instante de sus vidas. En rigor, ellos no son mártires ni víctimas, sino combatientes ejemplares.

Respeto y justicia plena para todos ellos.

Memoria eterna de sus nombres.


NOVIEMBRE 3 de 2006

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