A 30 años del secuestro y desaparición del revolucionario
Carlos Contreras Maluje
Algo se ha escrito, nunca todo. En esos años la sociedad vivió la eclosión de un vasto movimiento estudiantil universitario inquieto, pensante y organizado.
El país se aprontaba a experimentar un parto de nuevas ideas y de transformaciones. Algo se percibía y gravitaba en el ambiente.
En el mundo universitario se vivía esa misma atmósfera. Las caducas estructuras académicas crujían al paso de los estudiantes y frente al debate que éstos impulsaban desde los claustros. Reforma era el grito, así como ocurrió en Córdoba en 1918.
Asambleas, foros, debates y marchas por las grandes alamedas eran la expresión multifacética de un movimiento estudiantil que exigía definir a la universidad como la conciencia crítica de la sociedad y situarla con su función creadora en la línea de los cambios que la misma sociedad reclamaba.
Los más altos dirigentes políticos del país fueron parte de las múltiples jornadas que se impulsaban desde el interior de la universidad. La lucha era política y también de ideas. La sociedad se expresaba en las entrañas académicas y el torbellino de ideas que gravitaba en las aulas contribuía a nutrir la razón de la lucha social.
La universal Violeta Parra cantó su arte en sus espacios.
El Presidente Salvador Allende inauguró durante su mandato, en cada ocasión, el año académico ante la comunidad transformada en multitud.
Centenares de trascendentes personalidades del país son hijos de sus aulas o enseñaron en ellas.
El poeta, Premio Cervantes, Gonzalo Rojas, educó a generaciones de pedagogos.
Centenares, y más aún, son los dirigentes estudiantiles que se fraguaron en las luchas y debates por democratizar la sociedad y la educación. Sus nombres no deben ser pasto del olvido. Quienes fuimos sus coetáneos no dejemos de asumir esa responsabilidad y ese deber. Inscribamos siempre sus nombres y sus nobles actos en las páginas de la historia y en las ubérrimas conciencias de las generaciones presentes y futuras.
Particularmente la o las izquierdas de esos años se nutrieron de lúcidos cuadros que se formaron en los debates universitarios y en el estudio de las doctrinas revolucionarias que sembraron de conciencia y entusiasmo aquellas décadas de convulsión social y política en América Latina.
Nadie podrá ignorar nunca la heroica incursión y la imagen de Ernesto Guevara, el Che, así como su muerte en los campos de batalla en Bolivia, y su doctrina inspiradora y combatiente que ha quedado como indeleble impronta en el curso de los tiempos.
En especial para nosotros estudiantes de aquellos años, militantes o no, esos son tiempos de claros ideales. 1970 es un hito de la sociedad chilena toda. La creación política de esos años hizo posible articular en un solo haz vertientes doctrinarias distintas e históricamente antagónicas. Más pudieron el ideal y la visión de los líderes políticos de esa época y el peso de las esperanzas populares.
La tarea inédita era construir una sociedad distinta para dejar atrás un pasado de oprobio, de explotación y de profunda marginalidad social. La segunda independencia era el objetivo superior.
1973 es el otro hito en la historia social y política de Chile. La inevitable confrontación social de intereses era el escenario de cada día. Los seculares dominios imperiales y de la burguesía nativa estaban en riesgo por la voluntad soberana de un pueblo.
NOVIEMBRE 3 de 2006
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